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LA TEORÍA DEL ANÁLISIS TEXTUAL

Estudiar el fenómeno audiovisual en la actualidad es fundamental para  comprender el funcionamiento de la cultura contemporánea en su sentido más amplio. Los sujetos configuran su identidad, se hacen personas, crean lo social y lo cultural experimentando e interactuando con los textos, ya sean letras, signos, imágenes o sonidos. Las historias salen de diversos lugares. Algunas nacen de los sueños, otras de los deseos, otras se escuchan en la radio, viendo televisión, yendo a cine o simplemente conversando con alguien o con algo. Pero lo interesante de esto, es que todas las historias pertenecen a un mismo campo: pertenecen al campo de la subjetividad humana. Son de los sujetos, hacen parte de ellos, los configuran como personas y en últimas esto es lo importante: escribir, textualizar, experimentar los textos; para devenir personas.

Teoría y metodología de análisis textual propuesta por el profesor catedrático en Comunicación Audiovisual de la Universidad Computense de Madrid, Jesús González Requena. Es una propuesta metodológica, pues, ha dado muchos frutos y se ha ido cristalizando en múltiples investigaciones, libros, páginas web, seminarios, proyectos editoriales como la revista TRAMA Y FONDO, congresos de análisis textual, etc., que se han venido a llamar “Academia del Texto”.

Desde este punto de vista, la teoría del análisis textual es fundamental para comprender “lo humano” desde un sentido complejo y profundo. A la luz del análisis textual, el lenguaje configura “lo real” y “la realidad”[1]: no es sólo un objeto comunicativo cargado de forma, contenido, estructura o ideología; hay algo más en el lenguaje y su textualidad, ya que en ellos se configura nuestro mundo, se hace entendible lo social y cultural. Los textos entonces,  son los elementos que conforman el mundo en el que vivimos en tanto que ese mundo tiene forma y en tanto está construido por el lenguaje. Por esto, al pensar la sociedad se hace inevitable tomar conciencia que todo lo que entendemos como sociedad, como cultura, son un conjunto de hechos textuales. Es decir, un edificio es un texto, una fábrica es un texto, una universidad es un texto y no solamente, los textos “científicos”, las novelas o las películas, son los relatos que le dan forma a nuestra vida y nos permiten entenderla.

 

El  análisis textual invita al lector-espectador a distinguir tanto desde las abstracciones de la teoría, como desde la propia textualidad de los relatos audiovisuales, el problema, o más exactamente, el lugar del sujeto en los textos. Si es que es de un lugar y  no de muchos de lo que se trata; pues los textos casi siempre de formas alegres y apasionadas, o a veces dramáticas y trágicas, lo que cuentan son las polifonías  o las múltiples voces que afanan a los sujetos.

 

Gonzalez Requena (1987) define a la Teoría textual como un dominio de investigación y no como una disciplina teórica dotada de estatuto autónomo.  Por dominio de investigación entiende precisamente una metodología en constante construcción, capaz de producir un análisis que rinda  cuentas de la heterogeneidad semiótica que caracteriza a los lenguajes artísticos. Es decir, un método de análisis que deconstruya los discursos homogéneos y reivindique la subjetividad. Como afirma, Requena (1996:9), “el texto es el ámbito de la experiencia del lenguaje en la que el sujeto se conforma”, o dicho de otro modo, en la que se conforma el deseo del lector- espectador.

 

El concepto de experiencia, desde este punto de vista, es un concepto clave para poder articular ese deseo, (pues la semiótica como ciencia de los discursos no da cuenta de la experiencia humana del deseo en los textos). La experiencia, sostiene Gonzalez Requena (1996:10) es eso que no puede articularse como significación, es decir, que no se puede comunicar o ser entendido a manera de código por todos los hombres, pero que es objeto de saber, en la medida que su magnitud puede ser detectada a través de los efectos, de polarización o de quiebre, que produce en los sujetos. A este proceso lo denomina la “materialización del lenguaje”, que es cuando el lenguaje trabaja sobre la subjetividad humana, es decir, cuando empieza a resquebrajar, a producir ruidos, provocando una interrogación en el lector- espectador que se verá sumergido o seducido a través del goce; por lo querrá volver al texto artístico repetidamente a lo largo de su vida.   

 

La metodología propuesta, es aplicable a todo tipo de textos, pero con un interés particular en lo artístico (literarios, fílmicos, plásticos, musicales, etc.), cuyo marco conceptual es interdisciplinar ya que interrelaciona los aportes de la estética, la semiótica, el psicoanálisis, la antropología, la filosofía y la teoría del cine, como algunos de los campos que se ponen en funcionamiento para el análisis textual. En este ensayo, no habrá tiempo para resumir cómo actúa cada una de ellas dentro del análisis. Sin embargo, se partirá de algunos conceptos clave, que Gonzalez Requena expone en su texto denominado: “El Texto tres registros y una dimensión”[2].

 

Tres registros:

 

  • Lo imaginario: lo que hace deseable una imagen

  • Lo semiótico: la red de significantes

  • Lo real: lo que en el texto está más allá de los imagos y los significantes, es decir, lo que se resiste al entendimiento del espectador.

 

 

La dimensión:

 

  • Lo simbólico: surge del hecho de considerar al texto como un espacio de interrogación del sujeto y que da lugar a un enfrentamiento con lo real.

 

Estos tres registros y la dimensión, metodológicamente buscan dar cuenta de la experiencia humana del lenguaje que se produce en los textos. Por tanto, la Teoría del Texto, o el Análisis Textual buscará configurar un corpus básico de lo que es nuestro mundo: el acto presente. Se trata de analizarlo, tomarlo al pie de la letra, interrogarlo, pensar cómo funciona, qué tipos de sentidos potencialmente produce: pensar cómo modela o configura el mundo en el que vivimos, qué tipo de subjetividades genera… Porque a fin de cuentas los sujetos se sujetan a los textos para pensarse, para localizarse en el mundo, para intentar modelar su experiencia.

 

Cualquier texto, desde este punto de vista, puede ser estudiado desde la Teoría del texto partiendo del “punto de ignición” o experiencia del espectador que moviliza su experiencia frente al relato.

 

El punto de Ignición.

 

Para introducir el tema del punto de ignición del relato, primero hay que partir de la constatación de que los relatos de la humanidad están clasificados en dos grandes géneros: lo objetivo y lo subjetivo.

 

“Lo objetivo” es el lenguaje de la ciencia y se caracteriza por ser lógico, racional, coherente y previsible: de muchas maneras se plantea desde un lenguaje abstracto que busca homogenizar las miradas o los puntos de vista de las personas. Un ejemplo es el “manual de instrucciones”: que se plantea con un lenguaje totalmente objetivado y bajo el supuesto de que todo el mundo puede llegar a entenderlo y aplicarlo. Lo “subjetivo”, por el contrario, está catalogado como un conocimiento de la diferencia, es decir, lo subjetivo es aquello que hace diferentes a los sujetos, lo que los hace singulares. Un ejemplo es la literatura o el cine, que más que poner en común un lenguaje o un código, buscan acudir a la experiencia de las personas para tocar sus sensibilidades.

 

Lo “objetivo” entonces, se caracteriza por poner en común el sentido y el significado de las cosas para que todos podamos entender y conocer el mundo; “lo subjetivo” de alguna manera es caótico, no se puede organizar o atrapar dentro de una o varias estructuras pues rompe los sistemas clasificatorios para darle singularidad al sujeto.

 

El relato, por tanto, se puede comprender y estudiar desde ambos puntos de vista. Mientras  en lo objetivo priman las relaciones lógicas, quedando reducido el lenguaje al problema de la significación (semiótica); en lo subjetivo prima el deseo, el sujeto deseante, las relaciones simbólicas. Según Jesús González Requena, la causalidad de un relato subjetivo no puede solamente ser descrita por las relaciones lógicas pues se estaría perdiendo precisamente el lugar del sujeto en el texto. Lo subjetivo es radicalmente singular, el sujeto se halla a sí mismo sólo ante su duda, ante su necesidad existencial para comprender, para experimentar, porque es precisamente en el ámbito de la experiencia del lenguaje en la que el sujeto se configura. El sujeto necesita el encuentro con el sistema semiótico, necesita reafirmar su singularidad a través del cuerpo, necesita anclarse en un tiempo y en un espacio para poder ser, es decir, para poder desear. Así, el lenguaje se va quedando corto ante la necesidad pulsional por experimentar lo real.

 

Lo objetivo es abstracto. Lo subjetivo es real. Lo real no es la realidad. La realidad es convenida, existen acuerdos. Lo real principalmente es caótico. Sin embargo, le ofrece una morada al ser para que sienta, para que experimente, para que desee. Pero ese conocimiento es sentido, experienciado. Le pertenece sólo al sujeto que lo experimenta y por eso mismo es tan difícil comunicarlo o explicarlo de manera objetiva.

 

La academia en la actualidad y desde hace ya muchos años de alguna manera ha dejado de lado al relato subjetivo por el de la abstracción y  la lógica. Le parece más cómodo puesto que es lógico, ordenado y racional. Sin embargo, los relatos subjetivos construyen sus relaciones simbólicas (deseantes) con los sujetos y de alguna manera escapan a los lenguajes de la estructura. Lo simbólico está allí, en el punto de ignición entre los relatos subjetivos y la experiencia de los sujetos que  escapan de las formalidades del signo y de las probabilidades de su significancia. Llega el deseo, llega lo pulsional, llega lo real. Porque lo que sucede en los relatos en su relación con los sujetos, no solamente está determinado por las escalas de lo que es probable o lógico; sino sobre todo por la escala de lo que es más deseado. Un ejemplo de esto, es la razón por la que las personas van al cine. Claramente no sólo van a aprender o a comunicarse. Van al cine para experimentar con los personajes, a explorar esa catarsis para de alguna manera tocar y conocer ese otro mundo real, su propio mundo subjetivo,  para sentir eso que es incomprensible pero que es sentido[3]. Las personas van al cine para reconocerse como sujetos a través de la exploración de la singularidad de los otros sujetos que se ven en la pantalla.

 

El punto de ignición entonces, es la singularidad del relato subjetivo, es ese algo que nos toca, que nos quema, que nos interesa y que nos permite localizarnos como sujetos dentro del texto. Es ese punto que polariza la pasión de los sujetos poniendo en juego su comprensión de lo real. Por eso quema, arde, juega con los deseos pulsionales de los sujetos ante el relato y ante esa necesidad de sentirse vivos. Porque lo que las personas aprecian de los relatos siempre es lo inusual, ya sea heroico, perverso, sublime, milagroso… cualquiera que sea la opción siempre será preferible a lo “normal”, a lo previsible. Y lo que tienen en común todos esos sucesos, es que pertenecen al campo de lo “real”, por esto nos interesa, por esto nos quema.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] “Lo real” visto como experiencia subjetiva y “la realidad” como construcción social objetiva de los conocimientos. 

[2] GONZÁLEZ REQUENA, JESÚS, El Texto tres registros y una dimensión, en TramayFondo nº 1, 1996.

[3] La palabra sentido en este contexto connota dos acepciones: experiencia sensitiva y direccionalidad de la sensación. Aunque sea un conocimiento desordenado, caótico e individual, la experiencia que se deriva de ello puede ser « intersubjetiva » en la medida que todos los seres nos relacionamos con el mundo a través del deseo; cuando se hace desde maneras lógico-racionales, es decir, objetivas, se pierde la direccionalidad del sujeto en la medida que lo que se busca es la homogeneidad.  

BIBLIOGRAFÍA:

  • GONZÁLEZ REQUENA, JESÚS,en Contracampo nº 42, 1987.

  • GONZÁLEZ REQUENA, JESÚS, , Colección TyF, Ed. Castilla, Valladolid, 2006

  • GONZÁLEZ REQUENA, JESÚS, El Texto tres registros y una dimensión, en TramayFondo nº 1, 1996.

  • GOYES NARVÁEZ, JULIO CÉSAR,, en Trama y Fondo No. 30, primer semestre 2011, pp. 43-59.

  • Bordwell David, y Thompson Kristin, Paidós, Barcelona, 1995

  •  

Universidad Nacional  de Colombia,

Maestría en Comunicación y medios

Seminario: Saber - Cultura - Diseño, gramáticas de la Creación. *2014

Realizado por ERIC SIERRA HERNÁNDEZ

 

 

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