La Marcha Carnaval hace alusión al amor por el agua y por la vida. Sin embargo, la marcha, el carnaval y la música, entre todos los símbolos de “lo festivo” de este evento, se combinan con “una conciencia política” que le permite al pueblo tolimense expresar y exteriorizar un culto hacia la tierra como símbolos de dignidad y soberanía, en la reivindicación de sus derechos en torno a la participación política de los asuntos ambientales, de salud pública y de autonomía alimentaria.

 

En esta Marcha Carnaval no se juega el prestigio de la región, no se juegan con los valores míticos o ancestrales de las comunidades, no se apuesta a la “cura del alma” por medio del juego y el frenesí… se apuesta por una conciencia política del territorio, por la dignidad  y el derecho al medio ambiente y a la vida.

 

“El oro no nos alimenta y tampoco va a alimentar a nuestros hijos”

“Más vale el agua y el oxígeno puro, que el oro”

“Si a la vida, NO a la mina”

 

Éstas son algunas de las consignas de la gente que participa en la Marcha Carnaval. Se evidencia una gran preocupación por el futuro del medio ambiente y por lo que le va a quedar a las próximas generaciones. La Marcha carnaval es también una forma de resistencia. Lo  festivo y lo emocional que se produce en ella va muy ligado con la configuración de lo social y lo político; en la medida que  busca generar identidad y un sentido de pertenencia hacia la vida y al territorio. Lo emocional se transforma en racional, ya que se busca transmitir un sentimiento de dignidad y un conocimiento de los derechos constitucionales y legales, como forma de educar para la participación política.

 

La Marcha Carnaval acude a la defensa de la vida, exteriorizando manifestaciones y símbolos del Tolima como: el Mohán, la simbología del agua, la simbología de la comida y la propia identidad de pertenecer al territorio como tolimense.